lunes, 15 de noviembre de 2010

DESIGUALDAD Y POBREZA

Por Alfonso Ríos Larrain

            Hay mitos que justifican tiranías, imponen privilegios o adaptan costumbres sociales, políticas o religiosas según la conveniencia del momento. Los hubo desde tiempos inmemoriales y constituyeron rémoras a la evolución racional del ser humano.

La política no es ajena a esta mitología. El marxismo y sus derivados socialistas dan a la “igualdad” un valor hegemónico incontrarrestable, meritorio en sí mismo, sea cual fuere el contexto en que se aplique o la dimensión que quiera dársele. No se trata, por cierto, de su acepción jurídica y moral -igualdad ante la ley-, sino de un sustantivo que no necesita adjetivos; un mito transformado en bandera emblemática que también seduce a algunos liberales que olvidan la naturaleza individual, única y diferente de cada hombre y de cada mujer. Y como a la igualdad se le da esta supremacía mítica e incuestionable, es comprensible que a su negación -la desigualdad- se la rechace sin mayor razonamiento.     

             Pero la desigualdad es consustancial al ser humano. Supongamos, como dice Jim Peron en “Los Ideales de la Tiranía, que a las 8:00 de la mañana de cualquier día el Estado distribuye toda la riqueza del país, correspondiendo a cada ciudadano la misma cantidad de bienes y dinero; pues bien, a las 8:01 del mismo día resurgirá la desigualdad porque algunos habrán perdido la totalidad o parte de su capital y otros habrán obtenido ganancias. Cada una de estas decisiones forzará una redistribución progresiva de la riqueza originando nuevas desigualdades que nada ni nadie podrá evitar.

La desigualdad es un dato estadístico que mide el desnivel de riqueza y bienestar que tienen las personas en un momento determinado. ¿Es relevante, entonces, que exista desigualdad? No, no lo es. Como no es éticamente reprochable, por ejemplo, que el ingreso mensual de Bill Gates sea muchos miles de millones de veces superior al sueldo de un obrero norteamericano. Lo importante es que ese obrero, como cualquier ciudadano, pueda optar libremente a estándares de vida, trabajo y salarios acordes con su productividad; y, más importante aún, que tenga expectativas de mayores grados de prosperidad y de felicidad.

Una sociedad libre jamás debe promover políticas públicas basadas en índices de desigualdad. De hacerlo, además de actuar contra natura, errará el diagnóstico, dando paso a medidas redistributivas de despojo, irracionales, demagógicas y regresivas. La verdadera urgencia es atacar la pobreza con más libertad ecónomica, más respeto a la propiedad privada, más oportunidades y flexibilidad laboral; menos trabas para emprender y producir, menos burocracia y menos impuestos.

          ¿Permitirán estas políticas que haya menos pobres? Sin dudas. Es la receta que conduce al crecimiento económico (*), único remedio probadamente eficaz y moralmente aceptable para combatir la pobreza. El verdadero desafío consiste en disminuir la cantidad de pobres y no la cantidad de ricos. Y si no hay pobres, la desigualdad no es más que un índice inocuo e irrelevante   ARL

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(*) Conclusiones del estudio "¿Por qué hay más pobres en Chile?" del Instituto Libertad y Desarrollo (LyD) de 19.11.2010:

"El crecimiento ha sido el factor más importante para reducir la pobreza en estos últimos 20 años. El estudio de LyD revela que aunque aumente el gasto social -como sucedió entre 2006 y 2009-, la superación de la pobreza sólo es posible cuando la economía crece. En esta investigación se muestra que el 75% de la reducción de la pobreza en Chile se debe al crecimiento económico. En este sentido, las políticas económicas favorables al empleo y la productividad son las herramientas fundamentales para derrotar la pobreza. De la misma forma, entre 2006 y 2009, el aumento de la pobreza se explicaría en gran parte por la desaceleración económica, confirmándose lo demostrado en el estudio de Larrañaga y Herrera (2008) en el sentido de que la mejor política social es aquella que aumenta el crecimiento económico.

"En este estudio queda de manifiesto que se debe trabajar en mejorar la focalización de los subsidios del Gobierno. Se muestra que, a pesar del aumento significativo del monto de los subsidios, la focalización ha presentado un serio deterioro. 

"Además, se muestra la alta dependencia a las transferencias del Gobierno que tiene el 10% de los hogares más pobres, lo que revela un nuevo desafío: para la superación de la pobreza se deben mejorar los incentivos". 

http://www.lyd.com/temaspublicos/editora/TP992POBREZAYFOCALIZACION.pdf   


LIBERTAD Y POBREZA

Por Alfonso Ríos Larrain

           
            Mi abuelo decía que a los socialistas les gustan tanto los pobres que los crean por millones. Apoyaba sus dichos en la precariedad socioeconómica que vivían los países dominados por la Unión Soviética y sus áreas de influencia en Asia, África y Latinoamérica. Esto es, los lugares donde habita el 75% de la población mundial. Más que el clamor por libertades políticas, fue el hambre lo que detonó el derrumbe de las utopías marxistas y de su ícono más emblemático: el muro de Berlín. Ello forzó a que el socialismo clásico evolucionara en sus propias mentiras, sobreviviendo en el mundo académico, político e intelectual.

            Hoy suena anacrónico y de mal gusto declararse marxista, pero usted puede evitarlo si se proclama partidario de restringir la libertad económica, desdeña el emprendimiento y abomina de la riqueza, especialmente si no es suya; si califica al mercado como peligroso instrumento capitalista que debe ser intervenido y regulado para impedir el trasvasije de su clientela política al otro bando, o sugiere un “Estado Benefactor” para proteger a los trabajadores. O sea, si usted es socialista. No profundice demasiado en las causas de la pobreza porque le lloverá sobre mojado, ni se le ocurra dar ideas para atenuarla: son conocidas desde la época de mi abuelo y no necesitamos más pruebas que acrediten su fracaso. El auditorio socialista sólo pide que usted “hable” de pobreza, declare su amor por los humildes, suelte algunos lagrimones y sea muy duro con los empresarios. Condimente su discurso con algunos índices de desigualdad y plegarias redistributivas. Eso bastará para que sea admitido en el club y valorado por sus pares.

             Hay otra posibilidad: que usted adhiera al pragmatismo de políticos socialistas como Felipe González o Tony Blair. Ellos, a la hora de gobernar, advirtieron que la teoría de reducir la pobreza igualando los ingresos conducía a la miseria y enfocaron su objetivo en buscar riqueza con políticas económicas de crecimiento e inversión en capital humano. Pero, claro, esta decisión implica un mea culpa y un viraje al capitalismo. Y usted, socialista ortodoxo, experimentará cierto escozor al comprobar el revisionismo implícito en declaraciones como las del comunista chino Deng-Xiaoping: “Hay que buscar la verdad en los hechos”; “ser rico es glorioso”, “para liderar el crecimiento económico es necesario que primero haya emprendedores y gente rica”, “ya verán cómo cambiará nuestro país cuando regresen los miles de jóvenes chinos que estudian en universidades norteamericanas y europeas”.

              Otro de los mitos divulgados por los socialistas es que el capitalismo incrementa la brecha de los ingresos en vez de disminuirla. Falso de falsedad absoluta. Los países orientados al libre mercado (capitalistas) tienen una diferencia de ingreso de 14 veces entre su quintil más rico y el más pobre; en los países con mayor redistribución estatal (socialistas), la diferencia es de 32 veces. Entonces, si la desigualdad le preocupa, cúrela  con más capitalismo, más libertad económica, más flexibilidad laboral y emprendimiento; menos socialismo, menos burocracia, menos impuestos.

              En su columna del 18 de octubre pasado -“Now Free Chile’s Entrepreneurs”- la influyente editora y comentarista internacional de The Wall Street Journal, Mary O’Grady, propone liberar ahora a los emprendedores chilenos. Afirma que el espectacular rescate de los mineros es una señal más de que Chile se aleja del socialismo tercermundista, transformándose en el país latinoamericano más desarrollado. Y agrega: “Pero esta dulce victoria será fugaz a menos de que el presidente Piñera utilice su creciente capital político, en su país y afuera, para ejecutar sin dilaciones su programa de gobierno”. Propone, desde ya, reducir el tamaño del Estado, dar rienda suelta al espíritu emprendedor, liberar mucho más la economía, disminuir impuestos, defender la democracia regional y retomar las políticas económicas que provocaron el excepcionalismo chileno. Lo anterior, a juicio de O’Grady, permitiría revertir una realidad frustrante: “Chile es el país más moderno de Latinoamérica pero carece de un nivel de influencia regional equivalente a su estatus económico”.    

               Nuestro país sigue dependiendo de las reformas políticas, económicas e institucionales que se hicieron hace 35 años, de sus recursos naturales y disciplina fiscal. Hemos subido algunos peldaños en el ranking internacional, pero nuestras carencias sociales, educacionales y de productividad son tan expresivas como evidentes. Ahí están las cifras, aunque su publicidad incomode a algunos ■ ARL

AMBIENTALISMO: NUEVA AMENAZA COLECTIVISTA

Por Alfonso Ríos Larrain

“Una caída permanente de sólo 1.6 a 2% en la energía que llega a la tierra conduciría a una cobertura inestable de nieve que avanzaría hasta el Ecuador y los océanos se congelarían. Todo esto puede suceder antes del año 2000. Cuanto antes prevengamos estos hechos, más seguro estará el planeta. Porque una vez que comience a helar, será demasiado tarde… ”.

(Del libro “The Weather Conspiracy: The Coming of the New Ice Age”, 1977).

Sí, la cita se refiere a “enfriamiento” y no a “calentamiento”. Recuerde que en los ’70 la amenaza era el frío, no el calor. La excusa ha cambiado, aunque el hombre común es indiferente a discusiones sobre el clima. En el mejor de los casos sigue algunas directrices, separando botellas de plástico para el reciclaje.

Es necesario aprovechar racionalmente las ventajas y recursos de la naturaleza. Pero detrás de una terminología catastrofista, el ambientalismo oculta teorías que amparan refutadas predicciones y disfrazan sus verdaderos propósitos: reorganizar el mundo con parámetros colectivistas, restringiendo las libertades individuales y cambiando nuestros valores.

           ¿Cuáles son los fundamentos de la ideología ambientalista?

●         Omnipotencia del dirigismo estatal sobre el mercado;
●        Desconoce el papel que juegan los mecanismos de precios y el derecho de propiedad en la  protección de la naturaleza;
         Pesimismo maltusiano;
●         Sobrevalora las externalidades de la actividad humana;
●         Promueve el “principio de precaución” que aumenta la aversión al riesgo y no mide el alto costo que dicha “teoría” tiene para el progreso de la humanidad;
●         Subestima el crecimiento económico y el desarrollo social de largo plazo, lo que incide negativamente en la demanda de la calidad ambiental, como demuestra la Curva de Kuznets.

Todas estas premisas se relacionan con las ciencias sociales. Por tanto, a diferencia de la ecología científica, el ambientalismo no pertenece a las ciencias naturales y debe clasificársele como simple ideología.

El calentamiento global antropogénico (causado por el hombre) es la más reciente y poderosa personificación de la ideología ambientalista. Sustentada en el fracasado informe del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre Cambio Climático -el IPCC 2007, otro circo montado por la ONU-, sus hipótesis carecen de pruebas empíricas y experimentales, están mal fundamentadas, son equívocas y poco transparentes. Por ello, varios científicos se unieron para impugnarlas y denunciar a su líder, el mediático Al Gore.

Las conclusiones de Copenhague 2009 -una extensión del Protocolo Kioto 1997- consideran suficiente el progreso alcanzado por la civilización y sugieren regulaciones cada vez más restrictivas de la libertad, cuyos principales perjudicados serán, precisamente, los países más pobres: millones de personas que necesitan bienes y servicios para salir de la miseria y acercarse al desarrollo. Mientras tanto, sorprende la pasividad de muchos políticos e intelectuales de derecha frente a esta nueva agresión colectivista que amenaza al mundo libre.    

La vulnerabilidad frente al clima acompaña al ser humano desde la Creación. Siempre habrá inundaciones y sequías, olas de frío y de calor, contaminación y cielos limpios. Los dinosaurios se extinguieron mucho antes de que el hombre habitara la Tierra. La ecología científica estudia los fenómenos naturales y propone medidas para prevenir sus causas y controlar sus efectos. Los ambientalistas, en cambio, centran el debate en una discusión filosófico-política de escaso rigor científico.

         Como van las cosas, la fantasmal locura del reverendo Jim Jones que ocasionó el suicidio colectivo y la masacre de 913 “feligreses” en Guyana (1978), será un pálido antecedente de la profecía apocalíptica que inspira a los burócratas reunidos en Copenhague. Y lo único realmente caliente en el planeta serán los ánimos ARL

Ver video:
http://www.youtube.com/watch?v=I7voPkgrv8M&feature=related

MI AMIGO SADY CHÁVEZ

Por Alfonso Ríos Larrain

             Nos conocimos hace cuarenta años en Los Angeles, California, donde yo vivía.  Dos de mis hermanos, aprovechando las vacaciones, llegaron a esa ciudad y trabajaron bajo sus órdenes en una barraca de madera del condado de Van Nuys. Chileno, de 35 años de edad, con estudios en la Universidad Técnica del Estado y ex empleado en una fábrica de muebles, Gilberto Sady Chávez Chávez y su hermano César emigraron a los Estados Unidos cuando Allende fue elegido presidente de Chile. Indocumentados, los hermanos Chávez consiguieron empleo en esa barraca, asumiendo luego responsabilidades de supervisión y jefatura. Sady enviaba parte del sueldo a su mujer e hijas que permanecían en Chile, y con el excedente compraba acciones de la pequeña industria, hasta que logró controlarla. En menos de tres años, el obrero Sady Chávez era empresario en los Estados Unidos de América.

            Conocí a muchos chilenos que trabajaron bajo las órdenes de mi amigo Sady. Eran personas que aspiraban a ganarse la vida con su propio esfuerzo, sin sueldos mínimos, leyes sociales, ni sindicatos. La barraca no respetaba ningún “derecho adquirido”, burlaba todas las leyes laborales y de inmigración de los Estados Unidos, y del estado de California en particular. Contravenía, así, los sacrosantos mandamientos de la OIT, las más sentidas reivindicaciones de las  labor unions y emblemáticos paradigmas del sindicalismo mundial. Pero capital y mano de obra interactuaban de manera fluida en esa empresa, sin intermediarios, e imperaba en ella una sola ley: el contrato de trabajo. Esto es, la voluntad del empleador y del empleado que convenían responsabilidades, horario y sueldo. Ni más ni menos. Quizás por ello, la fábrica de mi amigo Sady era fuente de trabajo estable y bien remunerado para cientos de inmigrantes que buscaban las oportunidades que sus países de origen, antes como ahora, les negaban.     
                                                                                                                         
            Regresé a Chile a comienzos de 1973 y no supe de Sady hasta hace pocos días, cuando leí su deceso en la lista de defunciones de “El Mercurio”. Luego de varias llamadas fallidas (son muchos los Chávez Chávez en la guía de teléfonos), localicé a una de sus hermanas -Uberlinda- quien me relató el resto de la historia:

A fines de los ’80, con su carta de inmigración en la mano (ya era Gilbert S. Chavez), vendió la fábrica de Van Nuys, se trasladó a la ciudad de Portland, en el vecino estado de Oregon, e instaló un moderno garaje. No cambió su estilo de vida, ni su conducta empresarial, ni su forma de trabajar. Y mientras pudo eludir la acción fiscalizadora de la Immigration Office e inspectores del trabajo, el garage de Sady siguió empleando a cientos de hombres y mujeres interesados en labrar su futuro sin la intervención de burócratas ni la mediación de activistas que desconocen la autonomía del ser humano, vulneran la libertad contractual e ignoran cómo producir, generar empleo y crear riqueza.

¡Hasta siempre amigo Sady!

LA INTELIGENCIA EN HUELGA

Por Alfonso Ríos Larrain

En 1957, la escritora ruso-norteamericana Ayn Rand (1905-1982) publicó “La Rebelión de Atlas” (“Atlas Shrugged”), monumental novela filosófica traducida en catorce idiomas y más de 7 millones de copias vendidas. Encuestas realizadas por The New York Times y la Biblioteca del Congreso de los Estados Unidos determinaron que este es el libro que más ha influido en la vida de los estadounidenses, después de La Biblia. Fue publicado en plena Guerra Fría, bajo el predominio de hegemonías políticas e ideológicas irreconciliables, pero su actualidad la ratifican las 200 mil copias que vende cada año y el interés de Brad Pitt y Angelina Jolie que adquirieron sus derechos para adaptarlo al cine. 

La narración nos traslada a una sociedad gobernada por burócratas convencidos de que la moralidad es un código de conducta impuesto por capricho: el capricho de un poder sobrenatural o el capricho de los hombres para servir el bienestar del prójimo; para complacer a una autoridad más allá de la tumba o los deseos de quien vive en la puerta del lado. Siglos de tiranías y esclavitud, menosprecio a la inteligencia, restricciones a la libertad y socialismo, desencadenaron la descomposición política, económica y social más absoluta. Estigmatizados por su excelencia, capacidad, talento o riqueza, un puñado de profesionales, empresarios, obreros, intelectuales, profesores, científicos, jueces y artistas paralizan sus actividades y buscan refugio en La Atlántida, el misterioso lugar de montaña donde aguardan condiciones favorables para su triunfal regreso. Los huelguistas encarnan al mítico Atlas, formidable titán que carga el mundo sobre sus hombros. Es la sublevación de la mente humana, el motín más contundente, devastador e incontrarrestable de cuantos podamos imaginar.    

           Los gobernantes intentan sobrevivir con sus anti-valores y apuntan al “egoísmo de unos pocos” como detonante del caos. La debacle es total y no hay quien pueda revertirla. Ya no están los proveedores de alimento, medicinas y vestuario; los que crean industrias, producen energía y generan empleos. La inteligencia está en huelga y el desenlace es angustia, dolor y miseria.

           En un vibrante discurso transmitido por cadena de radios a todo el país, John Galt, líder de los huelguistas, explica los motivos de la rebelión y su férrea voluntad de mantenerla mientras imperen las circunstancias morales que la originaron: “Soy quien te ha arrebatado a los hombres y mujeres que odias pero temías perder. No intentes encontrarnos. No queremos ser encontrados. No digas que nuestro deber es servirte. No reconocemos ese deber. No digas que te pertenecemos porque sólo obedecemos a los dictados de la razón, de nuestra mente, de nuestra felicidad. Y como según tu moral somos malvados, no te lastimaremos más. Nosotros, hombres y mujeres de razón, estamos en huelga. No supliques que regresemos”

          La intransable adhesión de Ayn Rand a las libertades individuales, a la razón y autonomía del ser humano dio forma al Objetivismo, pensamiento filosófico que desarrolló con enunciados en metafísica, epistemología, política, ética y estética. “Mi filosofía, dice, concibe al hombre como un ser heroico cuyo propósito moral de vida es su propia felicidad; y a la razón, como la única fuente de conocimiento, guía de acción y medio básico de supervivencia del ser humano”.

Son los postulados que permitieron a Ayn Rand construir héroes de carne y hueso, atractivos, racionales y libres; mujeres y hombres virtuosos, de intelectos superiores y dispuestos a enfrentar a los “místicos del músculo y místicos del espíritu” con la única arma moralmente válida de que disponen: paralizar, abandonar sus tareas, dejar de producir. Son las premisas que trasuntan las 1.113 páginas de “La Rebelión de Atlas” y transforman esta obra en un himno a la razón, a la felicidad, a la vida. Es la hipótesis que inspira toda la producción filosófica y literaria de Rand, particularmente explícita en sus novelas “Los que vivimos” (“We the living”, 1936) y “El Manantial” (“The Fountainhead”, 1943), cuya versión fílmica dirigió King Vidor y protagonizaron Gary Cooper y Patricia Neal (1949) ARL



LAS ADVERTENCIAS DE GUY SORMAN

Por Alfonso Ríos Larrain


Se dice que los economistas son buenos para explicar las crisis y malos para prevenirlas. Aunque la afirmación parece efectista, la estimo injusta y equivocada. Es injusta, porque el aporte de los economistas liberales ha sido preponderante en el desarrollo de la humanidad, adhiriendo racionalmente a filosofías que responden a la naturaleza del hombre, a su libertad individual y progreso. Y es equivocada, porque la ciencia económica se basa, o debe fundamentarse, en las leyes de la acción humana -lo que Von Mises denomina praxeología- que están impresas en nuestra naturaleza y no pueden ser arbitrariamente alteradas.  Los economistas conocen el riesgo de crisis que conlleva la restricción o manipulación de estas leyes. Y si algunos callan no es por incapacidad o ignorancia: se debe a inclinaciones ideológicas u objetivos que procuran réditos personales, políticos o sociales de corto plazo.

Bastante agua ha corrido bajo el puente desde que Guy Sorman publicó “La solución liberal" (1984). El economista francés que acaba de visitar Chile -filósofo, periodista y autor de una treintena de libros- abogaba por un capitalismo moderno para hacer frente al socialismo: “De nada sirve criticar a la izquierda: hay que reemplazarla. Pero es esencial ejercer sobre la derecha una presión ideológica permanente para impedir que vuelva a caer en el compromiso con el social-estatismo”, advertía hace 26 años.

El adversario de entonces fue políticamente derrotado y cambió de color. Ya no viste de rojo sino de verde, presume de progresista, habla de ambientalismo, calentamiento global y descubrió los derechos humanos. Pero su alma es la misma: sigue siendo estatista, desdeña el mercado, el emprendimiento y la riqueza; no cree en la libertad económica, ni en los derechos individuales. Es lo que Sorman advierte en “El Progreso y sus enemigos”.

Sabemos qué pretende el camaleón socialista, dónde se oculta y cómo atacarlo. Para actuar no es necesario “refundar” la derecha, buscarle apellidos rimbombantes o aplicar cosmetología para mimetizarla con el adversario. Sus ideas fundadoras -la libertad económica entre ellas- no son el resultado de experiencias de laboratorio, conclusiones de algún brainstorming o "modelos" consensuados en votos políticos de asambleas. Responden, simplemente, a la naturaleza humana y al imperativo racional del hombre por sobrevivir y ser feliz.

          Recordemos a Friedrich Von Hayek: “Ninguna persona ni gobierno alguno decidió jamás imponer un sistema al que llamase arbitrariamente ‘economía liberal’. Permanecemos en ella porque constatamos que es el único medio de escapar a la escasez” ARL