lunes, 27 de diciembre de 2010

LOS MOTIVOS DE BOLIVIA


Por Alfonso Ríos Larrain

Es una perogrullada, pero nunca me ha gustado que Chile ceda parte de su territorio o soberanía, trátese de grandes extensiones como la Patagonia o  “pedacitos más, pedacitos menos” como Campo de Hielo Sur. Acepto que la pérdida de nuestras posesiones en la Patagonia tuvo cierta justificación: por un lado, la necesidad de transigir con Argentina para que Chile mantuviere dominio sobre el Estrecho de Magallanes y Tierra del Fuego y, al mismo tiempo, la urgencia de cubrir nuestras espaldas neutralizando el chantaje argentino que insinuaba beligerancias por el sur mientras nos preparábamos para combatir con peruanos y bolivianos en el norte. Distinto es el caso Campo de Hielo Patagónico Sur, artificial litigio inventado por Argentina para avanzar al Océano Pacífico, que contó con la indolencia e ingenuidad del entonces Presidente Patricio Aylwin y de su canciller Enrique Silva Cimma al suscribir la “Declaración Presidencial Aylwin-Menem 1991”. Incluso, en el siglo XVI la Capitanía General de Chile ejerció tuición sobre la región de Cuyo (actual Mendoza, República Argentina). El Gobernador y Capitán General Pedro de Valdivia envió a Francisco de Villagra para que al mando de 180 hombres explorara esa comarca.  Tiempo después, el nuevo Gobernador de Chile, García Hurtado de Mendoza, hijo del Virrey del Perú, encomendó al capitán Pedro del Castillo la fundación de Cuyo. La Capitanía General de Chile -como todas las extensiones al sur de Panamá- formaba parte del Virreinato del Perú y la cordillera de Los Andes se erguía como frontera natural entre Chile y Argentina, pero la región de Cuyo puede considerarse el primer "pedacito" que menguó nuestro territorio. Es cierto que con la Guerra del Pacífico ganamos superficie, pero ahí no hubo extorsiones como en la Patagonia, ni torpezas como en Campo de Hielo Sur, ni argumentos geopolíticos como en el caso de Mendoza. Las anexiones territoriales de la Guerra del Pacífico las decidimos en el campo de batalla derrotando a dos países simultáneamente, con voluntad política y militar, derramamiento de sangre y grandes dosis de heroísmo. Es la gran diferencia que media entre “obtener” y “ganar” un territorio.    

Con todo, soy proclive a revisar la mediterraneidad de Bolivia y buscar una solución que permita a ese país el libre acceso al litoral chileno resguardando nuestra soberanía. Ello, por tres motivos: 1) descomprimir el discurso nacionalista y anti-chileno que sirve a los gobernantes bolivianos para ocultar su proverbial incompetencia; 2) negociar un tratado bilateral de largo plazo en el que Chile otorgue a Bolivia una salida al mar y Bolivia nos garantice, por el mismo período, el suministro de materias primas claramente individualizadas  (por ejemplo, gas natural); y 3) mantener buenas relaciones con un país vecino, propósito siempre útil y valorado. Me hace fuerza, además, el ferviente llamado del senador Pablo Longueira para resolver este problema y “heredar a las futuras generaciones un país inserto en una región sin conflictos y que no vuelva a estar expuesta –como lo estuvo la nuestra– a vivir el fantasma de la guerra” (“Liderazgo y Coraje”, Noviembre 2010).

Los motivos están vigentes, pero después de leer las noticias de hoy mis simpatías han vuelto a fojas cero. “El Mercurio” informa la creación de la Empresa Boliviana Forestal y que el gobierno de Evo Morales estudia la caducidad de las concesiones en el área porque, según dice, “están en manos de un puñado de neoliberales que han terminado privatizando los bosques”. El gerente de la Cámara Forestal de Bolivia, entidad que agrupa a las empresas privadas del sector, advierte que la inestabilidad política y la incertidumbre jurídica son muy graves, que aumenta la tala ilegal de los bosques nativos, decrecen las inversiones y que la situación es cada vez peor.

Si uno de mis argumentos para sentarnos a conversar con Bolivia es, sucintamente, “mar por gas” ¿qué garantía de cumplir sus compromisos puede darnos la Bolivia de Evo si tratará de igual forma a los neoliberales interesados en invertir en gaseoductos para abastecer a los chilenos? ¿O será que no tienen interés alguno en salir al mar y prefieren su actual situación de mediterraneidad para justificar el abatimiento y pobreza que estas medidas ocasionan inexorablemente al pueblo boliviano? Por el momento, con estos vecinos ni mar ni a misa. ARL