domingo, 17 de abril de 2011

DESPUÉS DE FUKUSHIMA

            Por Alfonso Ríos Larrain


            ¿Qué pasará con la energía nuclear en el mundo después de Fukushima? Ante todo seguirá la discusión, ojalá lo más racional y científica posible, acerca de  sus ventajas y peligros. Habrá mucho de fantasía en el rediseño de políticas energéticas, postergando la puesta en marcha de la energía atómica en países que no la tienen, y de romanticismo para reemplazarla por energías azules, eólicas, geotérmicas, mareomotrices, solares, undimotrices, etc. Lo mismo ocurrirá en Chile, donde los ecoterroristas criollos viven "su minuto feliz", pero el mercado los volverá pronto a la realidad. ¿Por qué? Porque los chilenos necesitamos energía, lo más barata y eficiente posible, para vivir y crecer. Plañideros, admitirán que los ríos y corrientes de agua dulce son recursos naturales que pueden ser intervenidos por el hombre para proveer energía limpia y renovable, sin afectar el ecosistema, aceptando luego la posibilidad de una patogonia "con" represas. Y, quién sabe, en una de esas hasta descubren las bondades de la energía nuclear como alternativa para que no intervengamos el sol, el viento o las olas del mar.

            Algún indicio nos ha dado Artur Runge-Metzer, negociador del cambio climático de la Comisión Europea, quien señaló la semana pasada en Bangkok, Tailandia, que la meta europea de eliminar el carbón como fuente energética antes de 2050 aumentará el papel de la energía nuclear en ese continente... a pesar de lo sucedido en Fukushima. Y tiene razón, porque con el carbón proscrito y el petróleo caro, ¿de donde pecatas meas para obtener energía buena y barata en Europa? Pero la canciller alemana, Angela Merkel -no está claro si por íntima convicción, presionada por las encuestas o por el encorvamiento socialdemócrata que exhibe desde hace un tiempo-, abogó por "repensar" el modelo energético de su país y abandonar rápidamente la energía atómica: "Siempre fui una defensora de la energía nuclear, pero he cambiado mucho tras comprobar que no han sido suficientes los planes de seguridad de una central en un país desarrollado", dijo ayer muy compungida. Y Alemania, donde no saben escribir la palabra terremoto y creen que tsunami es algo parecido a una cerveza oriental, ¿no es capaz de reforzar su plantas de energía nuclear y disminuir riesgos?

            Es equivocado negar los peligros de las centrales nucleares, pero es mucho más grotesco ignorar que hay más de 400 plantas funcionando en el mundo sin problemas. Están por verse las consecuencias de Fukushima sobre la población y el medio ambiente. Minimizarlas es tan irresponsable como calificarlas de apocalípticas. Por el momento, las cifras indican que el terremoto y tsunami en Japón  ha cobrado 30 mil muertos; Fukushima, ninguno. Pero el tema es demasiado serio para dejarlo en manos de gobernantes que deciden ponderando encuestas de opinión  por sobre análisis científicos; o de burócratas medio-ambientalistas que les importa un bledo la fuente energética para calentar sus hogares, siempre y cuando puedan hacerlo con el dinero de los contribuyentes.  ARL