miércoles, 15 de junio de 2011

PARA QUÉ GOBERNAR (II)

     Por Alfonso Ríos Larrain



          Soy hincha de la "U" desde 1957 y el domingo pasado volví a celebrar. Lo hice en la década del ´60 con Leonel y el Ballet Azul, a mediados de los ´90 con Marcelo Salas y hace dos años, con Montillo y Olivera. Esta vez era mucho más difícil: debíamos remontar una diferencia tan expresiva y ante un adversario tan poderoso que nuestros afanes de triunfo parecían simples ilusiones. Pero ganamos, con disciplina, voluntad, convicción... y goles.  Se me puede reprochar parcialidad, pero todos reconocen que la "U" jugó mejor y fue coherente con las ideas futbolísticas de su entrenador:  atacar siempre y sin descanso, aunque se arriesgue un gol en contra. No hay en la "U" de Sampaoli y Rivarola vocación de empate, sino de triunfo; tampoco de especular, hacer tiempo o manejar resultados, sino de golear. La UC, adormecida en su arrogancia, temerosa y vacilante, tuvo enfrente a un rival que quería ganar y ser campeón.

          El Presidente Piñera, sus ministros y parlamentarios pueden aprender de esta "U" exitosa, corajuda e irreverente, que no se achica ante el adversario, cree en su estilo y forma de juego, y está dispuesta a resignar partidos pero no finales. Ellos saben que no basta con el brillo personal de cada integrante del equipo. Eso ayuda a gobernar, pero se diluye muy pronto cuando no hay certidumbre en las ideas o voluntad para aplicarlas. Búsquense las explicaciones que se quiera, pero la mayoría de los chilenos eligió un gobierno identificado con principios de derecha, y esa misma mayoría evaluará a los gobernantes por sus "sus" ideas plasmadas en obras, desedeñando proyectos sustentados en valores ajenos.  El rescate de los mineros tuvo ingredientes propios de derecha: organización, evaluación de metas, disposición al riesgo, espíritu empresarial, voluntad de triunfo. Hubo, además, arrojo y tenacidad, características que marcan la exitosa trayectoria profesional de Sebastián Piñera y Laurence Golborne, gestores del rescate. Estas virtudes, puestas ahora al servicio de un país, mostraba a los chilenos y al mundo una manera distinta de hacer la cosas: una nueva forma de gobernar. Los sondeos de opinión mostraron altos índices de apoyo al actual Gobierno y al Presidente, asentando al ministro Golborne como el político chileno más popular.

          ¿Qué ocurrió luego para que el Gobierno declinara tan violentamente en los índices de popularidad? Varios errores que tienen un denominador común: falta de convicción en las ideas. Y cuando la ideas no son claras o se las manipula con propósitos electorales cortoplacistas, el liderazgo se transforma en simple protocolo, superficial y pasajero, carente de valores que trasciendan el mandato de quien sustenta el poder. Esto resiente la credibilidad del gobernante y su conducción política. Pero, más grave aún, genera hastío y molestia en sus partidarios. Así lo exponen 35 diputados UDI en una carta que ratifican su apoyo y lealtad al actual gobierno, pero le solicitan afinar la puntería y enmedar procedimientos. Y, a mi juicio, tienen razón, aunque mis argumentos discrepen con algunos diputados suscriptores de la carta. 

          Examinemos dos ejemplos: el sueldo ético y el posnatal. Los gobiernos de la Concertación fueron incapaces de materializar esos proyectos y su electorado los castigó, pero se equivocan los derechistas que esperan sumar votos al aprobarlos. ¿Por qué? Porque la ciudadanía considera que cuando la derecha aborda temas sociales, lo hace por demagogia o populismo y no la premia con su apoyo; además, porque la izquierda intentará evitar el "robo" de iniciativas que considera suyas, las ridiculizará o, como en el póker, subirá la oferta al infinito: "su sueldo ético y dos más; su posnatal y varios meses más". Lo mismo aplica al caso de la termoeléctrica Barrancones: si la prohibición de construir esta planta hubiere correspondido a un Presidente socialista, las encuestas lo habrían condecorado con destacados honores. Piñera, que tomó esta insensata determinación, fue criticado por moros y cristianos, dentro y fuera del país, mantuvo a la baja el apoyo ciudadano y se considera el punto más negro de su mandato. ¿Por qué? Porque "el colectivo" tolera que un socialista vulnere la institucionalidad cuando lo hace a nombre del pueblo (o de los lobos de mar, en el caso Barrancones), pero es implacable con el gobernante de derecha que adopta igual conducta.  Por lo tanto, si lo que se busca es popularidad, no sirve a la derecha camuflarse en ideas que no son las propias. Cuando se trate de regalías, subsidios, bonos o asistencialismo, los socialistas tendrán siempre las mejores ofertas.

          Entonces, ¿para qué gobierna la derecha?  Curiosidad que no es fácil desentrañar, aunque discurriré sobre ella en mi próximo blog.  ARL