martes, 5 de abril de 2011

UN FIN DE SEMANA ESPECIAL

Por Alfonso Ríos Larrain

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El fin de semana tuvo mucha adrenalina. Desperté el viernes a las 5:30 AM, lo que no me ocurría desde 1970, cuando nuestro compatriota Godfrey Stevens disputó el título mundial peso pluma con el boxeador japonés Sohzo Shaijo en Tokio. La televisión chilena transmitió esa pelea en directo y no teníamos otra solución que truncar el sueño y resistir estoicamente la diferencia horaria con el país asiático. Para el mundial de fútbol Japón-Corea 2002, como Chile no participaba, decidí grabar los partidos y verlos en diferido. Pero el viernes no había escape. Tomé desayuno, me duché y partí raudo con mi mujer al Palacio de los Tribunales para acompañar a nuestro hijo Aníbal que recibía su título de Abogado. Parece que los excelentísimos supremos no tienen cama cómoda. No se entiende de otro modo que fijen esta ceremonia a las 7:30 AM, con el sacrificio que ello implica para quienes preferimos contemplar el amanecer desde un buen colchón y leyendo el diario. Pero el engorro fue plenamente recompensado. Que un hijo obtenga su título profesional, junto al reconocimiento intelectual y social que para él supone, es el feliz término de una etapa formativa que también protagonizamos sus padres. La solemnidad y estricto protocolo que el Código Orgánico de Tribunales y la Corte Suprema imprimen al acto, aplacó cualquier rastro de somnolencia.

De vuelta en mi oficina a las 10 de la mañana, encontré varios mensajes que recordaban una voluntaria oferta mía para llevar a mi nieto al rodeo de Rancagua. Lo había olvidado, pero el niño de casi 4 años, buena memoria y vestido de riguroso huaso esperaba a su abuelo. ¿Qué hacer? Por una parte, había programado asistir a las actividades conmemorativas del vigésimo aniversario del asesinato de Jaime Guzmán y, por la otra, quería honrar el compromiso familiar. Opté por mi nieto y ¡a Rancagua los boletos! Total, pensé, el mundo es de los vivos, la familia es lo primero y, dadas las circunstancias, Jaime me necesita mucho menos que mi nieto.

Pero el día tiene 24 horas. A las siete de la tarde volví a Santiago y con mi nieto, siempre vestido de riguroso huaso, asistimos a la ceremonia en el Memorial Jaime Guzmán. Videos, discursos, testimonios y recuerdos. Bien distinto a la medialuna de Rancagua, pero con varios “puntos buenos”. Un ambiente adecuado para departir y conversar; para abordar diferencias, acercar posiciones y acoger el clamor de unidad que exigen nuestros adeptos. Un buen momento para recordar, revivir experiencias, repasar historias comunes y exaltar lo valioso que hay en ellas. Un espacio para la amistad.    

Carlos Larrain, presidente de RN, pensó distinto. Prefirió ausentarse de los actos conmemorativos del viernes, evitando que su presencia pudiere interpretarse como apoyo personal a la UDI, a su directiva o a sus militantes. O quizás, más provocador, para ratificar su independencia del Gobierno, su animadversión al Presidente Piñera y su rechazo hacia algunas (o muchas) de sus iniciativas, tal como testimonió con su inasistencia del lunes pasado al Comité Político en La Moneda. Ahora, en un berrinche de niño consentido y malcriado, partió a Valdivia, donde atenuó su pataleta en una misa rogativa por Jaime Guzmán. Respeto sus sentimientos, pero repruebo su estilo. Normas básicas de prudencia y buenas maneras debieron aconsejarle que lo cortés no quita lo valiente. “¡Sea fino, mijito!”, le diría su madre, dándole un coscorrón y enviándolo a su pieza castigado. Era el mínimo exigible en su condición de presidente de un partido oficialista, senador designado y político aliado del anfitrión. Además, según le oí en una radio, por el alto concepto intelectual y humano que dice tener de Jaime Guzmán. En fin, el viernes fue un día que Carlos desaprovechó penosamente, con más rabia que buen criterio.

Faltaba la guinda de la torta: Jacqueline Van Rysselberghe. Ella monopolizó el fin de semana. Ayer supe que la intendenta duplicó a Piñera en minutos de televisión, noticias de radio, titulares y crónicas de prensa escrita e Internet; que en dichas mediciones cuadriplicó a los ministros más populares; y que varios políticos se escabulleron por la puertas laterales de la catedral de Santiago para evitar la bochornosa indiferencia periodística originada por una intendenta que les comía la color.  “Esto es demasiado…”, habrá resuelto el stablishment: “¡Hay que sacarla! Poco importa la legitimidad moral de la decisión, pero no aceptamos que esta mujer cope nuestra agenda y nos relegue a un segundo plano”.  Sacrificada el domingo por una decisión política oportunista, sin forma de juicio ni mérito legal o administrativo que lo respaldara, en un remedo de “tribunal popular” avalado, incluso, por algunos partidarios, a otra cosa mariposa… Cuiden esos detractores que no les graben sus promesas, alardes y jactancias para conseguir votos o maquillar su imagen. Quienes hemos sido candidatos y los que ocupan cargos públicos saben muy bien de qué hablo. Casi todos.

La semana comenzó bien. Pablo Longueira está de regreso y las cosas debieran mejorar  ¿Hay mejor expresión de “alianza” que ver a Sebastián y Pablo remando juntos y para el mismo lado?  Unidos será difícil vencerlos ARL