jueves, 6 de enero de 2011

PRINCIPIOS Y VOTOS

 
Por Alfonso Ríos Larrain

Con este título, el pequeño libro de Gustavo Zagrebelsky entrega una visión acerca del papel que corresponde a los jueces miembros de los tribunales constitucionales y de la misión que cumplen estas cortes en los sistemas democráticos. Zagrebelsky (67) nació en San Germano Chisone, Italia. Ha sido juez y presidente del Tribunal Constitucional italiano y profesor de Derecho Constitucional en la Universidad de Turín. Entre sus obras destacan “La Justicia Constitucional”, “Derecho Constitucional”, “Historia y Constitución”, “La exigencia de justicia”, Principios y votos”, “El Tribunal Constitucional y la Política” y El derecho dúctil. Ley, derechos, justicia”.
A través de testimonios, reflexiones y experiencias personales, Gustavo Zagrebelsky desentraña la paradojal evidencia de una función jurisdiccional con trascendencia política -los tribunales constitucionales resguardan el estricto sometimiento de las leyes a las normas de la Constitución- pero que no pertenece a la política; y que se relaciona estrechamente con la democracia -único sistema que da real sustento al imperio de estos tribunales- pero sus resoluciones no responden al juego circunstancial de mayorías y minorías. El autor recuerda que a los jueces constitucionales les está prohibido resolver cediendo a presiones de la muchedumbre, ni pueden doblegarse a la opinión pública, ni dejarse seducir por cantos de sirena. La Carta Fundamental es su único referente de legitimidad y exclusivo parámetro que han de inspirar sus actos y criterios jurídicos. De lo contrario, traicionarán su función y se encaminarán a la decadencia. Concluye con una cita bíblica: “No seguirás a la mayoría para hacer el mal” (Éxodo, 23, 2).
Sin embargo, esta sumisión de los principios a los votos es comúnmente tolerada en la actividad política cotidiana, aunque a casi todos merece la misma reprobación moral de las conductas análogas que advierte Zagrebelsky en la justicia. Algunos -los pragmáticos- afirman que en toda comunidad hay dos fuerzas en permanente conflicto: la del pueblo y la de quienes lo gobiernan; que la verdadera misión del “príncipe” o gobernante es la felicidad de sus súbditos; y que deben centrar sus esfuerzos en el objetivo final más que en los medios para conseguirlo. Para ellos, lo importante no es la moral, sino un realismo práctico; no lo que debe ser, sino lo que es en realidad. Así, política y ética pertenecen a dos ámbitos distintos e, incluso, contradictorios. Ningún político contemporáneo admitirá públicamente que adhiere a estas premisas, pero son pocos los que están dispuestos a perder su representatividad o influencia por evitarlas. Parafraseando a Maquiavelo dirán que la grandeza de sus actos borrará la vergüenza de haberlos cometido.
Los votos son necesarios para alcanzar el poder en democracia y para ejercerlo. Los principios son el conjunto de ideas y valores permanentes que sustentan la vida humana y le dan sentido, consistencia y proyección. Las encuestas políticas son útiles para conocer la opinión pública respecto de una materia específica o la percepción que ella tiene de sus autoridades, pero jamás deben servir para cambiar principios por votos. Cuando éstos transitan por rieles separados aparecen, primero, la volatilidad y la abstención, signos inconfundibles de relajo ciudadano, desinterés en la actividad pública y desconfianza en los políticos. Luego, como previene Zagrebelsky, estaremos a un paso de la traición y la decadencia ARL