lunes, 10 de enero de 2011

EL "TÍO EDUARDO" Y EL PRESIDENTE FREI


Por Alfonso Ríos Larrain

El próximo 16 de enero se cumplen 100 años del nacimiento de Eduardo Nicanor Frei Montalva y se anuncia la realización de diversos homenajes que contarán con la presencia y participación del Presidente de la República. Motivos tiene el actual mandatario para conmemorar este natalicio. Sus afectos corresponden a la estrecha amistad que unía a su padre con el ex Presidente Frei Montalva, relaciones que se forjaron en un ideario político común y entrelazaron a las familias Piñera Echenique y Frei Ruiz-Tagle. El “tío Eduardo” debió ser una persona tan atractiva para el joven Sebastián que transcurridas varias décadas y transitando ahora por la vereda de enfrente, aún admite simpatías por la personalidad, vida y obra del ex mandatario DC, cuelga su retrato y expone una miniatura cuerpo entero en su escritorio de La Moneda. Con seguridad, el Presidente aprovechará esta efeméride para evocar paisajes de su niñez, lisonjear a un viejo amigo de familia y contemporizar con los discípulos del homenajeado. Y nadie podrá reprocharlo. Hacerlo, sería de pésimo gusto. No me corresponde, pues, opinar acerca de las motivaciones que pueda tener Sebastián para rememorar al “tío Eduardo”. Ello pertenece a su intimidad y son, por lo mismo, subjetividades muy difíciles de conciliar. A lo que sí tengo derecho es a exponer mi propio juicio de Eduardo Nicanor como figura pública, político y Presidente de Chile. Y, como verán, el veredicto no le favorece. Mi ánimo no es reabrir viejas heridas o impedir que ellas cicatricen, sino poner paños fríos a la exultante retórica post mortem que nos colmará a partir del próximo domingo.
De origen suizo, el padre de Eduardo Frei llegó a Chile a comienzos del siglo XX y afincó en Santiago. Ya casado, se trasladó con su familia a Lontué, provincia de Talca, donde trabajó como empleado de una empresa vitivinícola. El joven Eduardo efectuaba viajes periódicos a la capital para continuar sus estudios secundarios en el Instituto de Humanidades Luis Campino. Ayudado por una beca concedida gracias a la intervención de Monseñor Carlos Casanueva, ingresó a la Facultad de Derecho de la Universidad Católica en 1927 y obtuvo su título de abogado en 1933. En este lapso, integró la juventud del Partido Conservador, organizándola con una nueva fisonomía, de mayor penetración juvenil, denominada Falange Nacional. La identidad de este nombre con el movimiento fascista español de la misma época (1934), hace presumir que fue adoptada o por ignorancia o por el relativo éxito que había alcanzado la iniciativa peninsular, ya que los jóvenes conservadores chilenos se mantenían fieles al carácter democrático de su partido. En 1938, con motivo de la nominación de Gustavo Ross como candidato de derecha a las elecciones presidenciales de ese año, Frei y un grupo de jóvenes se opusieron a dicha candidatura, propiciando la de Jorge Matte Gormaz. Fueron expulsados del partido, iniciando un largo recorrido de 26 años que los llevaría al poder como Partido Demócrata Cristiano.
En 1964, Eduardo Frei ganó la presidencia con el apoyo de liberales y conservadores que le entregaron su respaldo como un “mal menor” para evitar el triunfo del marxismo representado por Salvador Allende. En las elecciones parlamentarias de 1965, la DC obtuvo la mayoría absoluta de la Cámara de Diputados y a su importante representación en el Senado, Frei sumó los votos de la izquierda. Pudo, así, eliminar virtualmente la garantía constitucional sobre el derecho de propiedad y habilitarse para llevar a cabo la Reforma Agraria y, con ella, la estatización de la agricultura chilena. Esta, y no otra, fue la “llave maestra” de su gobierno y la caótica iniciativa por la cual se le recuerda.  Todo lo ocurrido posteriormente en Chile, desde 1970 a 1973, tiene origen en su mandato. Por lo tanto, es también de su incumbencia el detonante que dio paso al golpe de Estado e instauración del gobierno militar, tan celebrado por Frei en sus comienzos.
¿Por qué dispuso Frei Montalva sólo la expropiación masiva del campo chileno y no del resto de las actividades productivas, como Salvador Allende? ¿Qué perseguía con ello? Hay dos posibles motivos. El primero, los antecedentes personales del mandatario que reflejan en él un “complejo” fuertemente antagónico al dominio de la actividad agrícola en manos privadas. Este complejo tendría origen en sus años mozos de estrecheces económicas familiares, cuando su padre sirvió, a cambio de modestas remuneraciones, en aquella viña de Lontué, propiedad que resultó especialmente perseguida por la saña expropiatoria de su gobierno. El segundo motivo, la voracidad electoral de la Democracia Cristiana que intentó absorber al campesinado, sector que le había sido esquivo hasta 1965. El avasallador respaldo popular que obtuvo ese año entusiasmó a Frei para llevar adelante la Reforma Agraria, iniciativa que consideró indispensable para controlar esos votos y garantizar su apoyo. La desilusión le llegó muy pronto: en las elecciones presidenciales de 1970, Jorge Alessandri obtuvo la primera mayoría en todas las provincias agrícolas del país, salvo en Curicó donde ganó Allende.
Para ejecutar la Reforma Agraria, Frei reclutó individuos provenientes de la burocracia internacional, ajenos como él a la realidad agrícola chilena, que cuadraban con su mentalidad acomplejada y esgrimían diplomas acreditando títulos pero no conocimientos. El trío compuesto por Hugo Trivelli, Rafael Moreno y Jacques Chonchol, respaldados por Frei Montalva, condujo a Chile al despeñadero político, social y económico.
Es útil recordar porque “habiendo fiesta o velorio, no hay novia fea ni muerto malo”  ARL