martes, 8 de febrero de 2011

LAS VENTAJAS DE INTERNET

 
Por Alfonso Ríos Larrain
   
Con mi mujer, mis hijos, padres, hermanos, cuñados y sobrinos enganchamos habitualmente en largas polémicas originadas por algún comentario, juicio o análisis político, económico, religioso, social e, incluso, deportivo. Esta propensión a discutir, desmitificar, evaluar, diagnosticar y sentenciar es parte del ADN familiar y quien pretenda subsistir en este clan debe abrazar la controversia como un estilo de vida… o morir en el intento. Por suerte, no hay en mi familia divergencias políticas y económicas de fondo; de lo contrario, el discrepante debería hacer mutis por el foro so pena de unir al resto en contra suya, generándole un shock espasmódico con riesgo vital. El socialismo y sus derivados (la DC incluida) carecen de representantes y, si los hubiere, serían tácita y abrumadoramente proscritos; RN, con reservas, es el minimo minimorum tolerado; Adam Smith arbitra el debate económico y al capitalismo se le considera un “ideal desconocido”. Este consenso filtra los temas de discusión, pero no la vehemencia de los contrincantes. ¡Qué le vamos a hacer! Es la marca indeleble que heredamos de mi padre, hombre apasionado, categórico y definido; un abogado, agricultor y parlamentario conservador que nos enseñó a discurrir soslayando la amenaza intelectual de jerarquías y protocolos anodinos, y que a sus casi 92 años observa en silencio los encendidos debates de su numerosa prole. La familia ha crecido y ya no es tan fácil reuniros con la frecuencia de antaño. Ahora, nuestra vocación gregaria y deliberante es saciada por Internet. La comunicación virtual carece de “piel” pero tiene sus ventajas; entre otras, revisar los argumentos del antagonista.

Con motivo de mi blog “La patudez de Navarro” (*),  las acusaciones del senador denunciante y la respuesta de la intendenta Jacqueline Van Rysselbergue, se generó una copiosa cadena familiar con opiniones encontradas sobre este episodio. Uno de los polemistas, crítico de la actuación de la intendenta, escribió: “La premisa, en cuya virtud es más importante la ‘conveniencia’ de salir elegido (o mantenerse en el poder) que defender los principios e ideas, es lo que nos ha llevado a tener políticos 'de derecha' que usan las banderas del adversario y abandonan las propias en sus campañas; y, cuando al final llegan al poder, no se diferencian de sus oponentes en nada sustancial… La derecha de Churchill, Reagan o Thatcher ya no existe y a lo máximo que podemos aspirar los votantes de este lado es a políticos ‘encuestómanos’ que serán 'de derecha' sólo cuando les sea políticamente conveniente. Y es que al devaluar los principios frente a la ‘conveniencia’, las buenas ideas (que suelen ser poco populares y requieren de mucho esfuerzo y persuasión, a veces durante años) se quedan huérfanas y a merced de encuestas circunstanciales, tan adoradas por nuestros líderes superficiales”.

Yo, defensor de la intendenta, respondí: “En cuanto a Churchill, Reagan y Thatcher también hay paño que cortar. Los tres son buenos representantes de la derecha política en el siglo XX, con trayectorias que vale la pena destacar. Pero ninguno fue un purista aferrado intransablemente a principios ortodoxos y debieron ceder frente al ‘mal menor’ cuando consideraron que las circunstancias lo exigían (y, a veces, sin estar tan exigidos...). Suficientes méritos tienen los tres al haber liderado con éxito a sus países en medio de la Guerra Fría e influir en la derrota de los socialismos reales, pero no fueron inmunes a las transacciones propias de la democracia. Entonces, menos retórica y más realismo”.

Mi contradictor volvió a la carga: “En cuanto a Churchill, Reagan y Thatcher, obviamente que todos ellos transaron muchas cosas; todos lo hacemos, es parte necesaria de la vida y del progreso, en todo ámbito. Pero gracias al valor superior que ellos dieron a los principios y las ideas frente a la 'conveniencia' política, y gracias también a que pensaban independientemente, a que convencían y motivaban a la gente, llevaron adelante, en democracia, muchas reformas estructurales que transformaron sus países —y el mundo— para mejor.  Es obvio que a eso me refería al comparar a esos pesos pesados con los pesos pluma (¿o mosca?) que hoy se nutren sólo o fundamentalmente de encuestas.  ¿O cabe alguna duda de que hay una diferencia de fondo entre éstos y aquéllos?”.

No he cambiado mi opinión respecto a la intendenta. La considero una mujer de gran valor, una política y líder excepcional que constituye un tremendo aporte al gobierno, a su región y al país. Al mismo tiempo, suscribo en todas sus partes el comentario de mi contradictor y siento orgullo de tenerlo en mi familia   ARL                          

(*) http://trastienda-arl.blogspot.com/2011/02/la-patudez-de-navarro.html