viernes, 3 de diciembre de 2010

WIKILEAKS: EL RIESGO DE INFORMAR

Por Alfonso Ríos Larrain


Los archivos “desclasificados” en el sitio virtual Wikileaks contienen más chismografía que documentos relevantes. No aparece información que ponga en riesgo la seguridad mundial ni hechos que inquieten por su envergadura o beligerancia. Al menos por ahora. Respecto de Chile, que doña Michelle Bachelet considere “inestable” a la presidenta argentina es una opinión tan respetable como el epíteto de “frívolo y livianito” que don Jorge Alessandri encasquetó a John F. Kennedy después de conocerlo; o la observación del mismo Alessandri al ser recibido en el aeropuerto de Quito por el chispeante presidente de Ecuador, Carlos Julio Arosemena, que le dio la bienvenida con algunas copas demás: “Simpático este borrachín”, murmuró don Jorge al canciller chileno.

          La diferencia entre esos comentarios es más de forma que de contenido. El de Bachelet fue publicado en Internet y posteriormente "desclasificado", dando origen a una serie de explicaciones, desmentidos, excusas y defensas corporativas que pudo evitar si hubiese tenido mayor "conciencia tecnológica". Los de Alessandri, sin espías cibernéticos, permanecen en el archivo personal de quienes fueron sus amigos.

Del mismo modo, las objeciones éticas y legales que puedan incriminar a Wikileaks se originan en la forma de obtener la información, más que en el contenido y publicidad de la misma. No se trata, pues, de un “ataque a la comunidad internacional y a la democracia”, como sostiene Hillary Clinton, sino de un eventual atropello a la propiedad intelectual y privacidad de algunas personas e instituciones. Veremos cómo se resuelve este problema que carece de regulación global, pero es difícil concebir un ente más “democrático” que Internet: todos acceden sin obstáculos sociales, políticos o diplomáticos, soslayando hegemonías, fronteras y privilegios que antaño discriminaba entre gobernantes y gobernados.

Wikileaks demuestra que la privacidad es vulnerable. Enseña, además, que los dichos y silencios deben administrarse con sabiduría y cautela para informar lo justo y necesario. Como decía mi padre cuando un niño anunciaba ganas de ir al baño: "Vaya, mijito, pero no dé tanta información"  ARL