lunes, 13 de junio de 2011

PARA QUÉ GOBERNAR (I)


       Por Alfonso Ríos Larrain


          Algo revuelta estuvo la política chilena en las tres últimas semanas, dos de las cuales coincidieron con el periplo familiar del Presidente Piñera por Francia e Italia. Poco se habrá "desconectado" con tanto jaleo, pero hizo bien al viajar acompañado de su mujer, de sus hijos y algunos nietos. Un buen amigo de mi padre recomendaba viajar siempre con una mujer... aunque sea la propia. Sabio consejo que he procurado cumplir a cabalidad, pero sin olvidar la otra experiencia de un amigo norteamericano que luego de dos meses viajando con su esposa, le confesó abrumado: "This togetherness is killing me".

          Yo también anduve por Europa y, consecuente con mis principios, acompañado por mi mujer. Fueron tres semanas, dos de las cuales coincidieron con el viaje presidencial. Durante esos días -Piñera también lo sabe- Chile fue noticia permanente en los medios de prensa europeos. El 21 de mayo, en París, ví por televisión la violencia de cafres que bajo el pretexto de reclamar contra HidroAysén, agredieron a infantes de marina que desfilaban en el Día de las Glorias Navales. Lo anterior, mientras el Presidente rendía su cuenta anual ante el Congreso Pleno. En Moscú, supe de la recepción ofrecida por el vicepresidente Hinzpeter a parlamentarios opositores, con la primicia del proyecto que regula las uniones civiles fuera del matrimonio y entre personas del mismo sexo, también llamado "Acuerdo de Vida en Común" (AVC), solicitándoles apoyo. La misma información aludía al malestar de parlamentarios oficialistas con Hinzpeter por excluirlos de la convocatoria. Dos días después, en San Petersburgo, leí la carta pública suscrita por 35 diputados UDI criticando la falta de conducción política del actual gobierno, junto a los dichos, explicaciones y recriminaciones que originó tal misiva. De vuelta en París, me enteré de la última encuesta Adimark (mayo 2011), con altos grados de rechazo al gobierno y oposición. En Madrid, última escala de mi viaje, los diarios referían las urgentes reuniones de Piñera con el Comité Político, ministros y algunos parlamentarios, el mismo día que aterrizó en Santiago; sus instrucciones de revisar el proyecto AVC, reparos a los titulares de Interior y Salud, prohibición a sus ministros de usar Facebook y Twitter, y sus fervientes llamados a trabajar con "espíritu de alianza", mejorar la calidad de la política y buscar acuerdos. Ya en el aeropuerto de Barajas, minutos antes de embarcarme a Santiago, un diario español informaba las "tomas" de varios liceos y recintos universitarios, con la foto del ministro Lavín eludiendo a una chusma enfurecida. En fin, no tuve necesidad de entrar a Internet para enterarme de los acontecimientos políticos en nuestro país: la televisión y los diarios franceses, rusos y españoles me mantuvieron puntualmente al día.

          Salvo la agresión física a los marinos -hecho inédito en nuestra vida republicana- y la recriminatoria carta de los diputados UDI -cuya intención y oportunidad comparto, según explicaré más adelante- esas noticias sólo reflejan los vaivenes de una democracia en permanente ebullición. Tampoco me preocupan las encuestas. De muestra, el caso de Barak Obama: antes de matar a Bin Laden, 30% de apoyo; muerto, 70%. Pero  los Estados  Unidos de América permanecen en el mismo letargo económico y social que tenían antes de la exitosa misión que dio muerte al terrorista más buscado de su historia y, según parece, Obama puede reelegirse. Por este lado, Piñera preside un país que crece al 6% anual, genera casi medio millón de empleos en su primer año de gobierno, es económica e institucionalmente estable y proyecta una imagen internacional de solvencia y seriedad que sorprende, incluso, a los propios chilenos. Sin embargo, una seguidilla de errores infantiles (Barrancones, ANFP, Magallanes, Van Rysselbergue y varios auto goles) tienen a Piñera en un magro 36%. Y para qué hablar de Bachelet. Recuerdo un minucioso balance de los cuatro gobiernos de la Concertación que hizo Sergio Melnick en el diario "La Segunda" a fines de 2009. En todos los ítem analizados por Melnick, uno a uno, el peor evaluado -¡y lejos!- fue el de Michelle Bachelet... pero ella sostiene inamovible un 75% de respaldo y la triple condición de político más popular, con mejor encuesta y la única opción real de la izquierda para volver a La Moneda  ¡Así de irreflexivo es el apoyo ciudadano!

          Entonces, ¿para qué gobernar? ¿Qué motiva el interés en liderar mayorías tan efímeras como superficiales? La respuesta no es fácil, pero intentaré responderla basado en la afirmación que cierra el párrafo anterior: el apoyo ciudadano, además de irreflexivo, es volatil. Los afectos cambian con  la velocidad del rayo, a veces  por azar, por algún hecho casual, aleatorio o impensado que los traslada a distintas posiciones; otras, por un acto voluntario, facultativo u opcional que atrae circunstancialmente a la mayoría, aunque no le signifique provechos de largo plazo; pero también a veces, por una reflexión individual o colectiva basada en la razón, en el discernimiento y en la convicción más profunda  de que nuestras premisas son las correctas y nuestros valores, los mejores. Es lo que abordaré en mi próximo blog.   ARL