martes, 3 de mayo de 2011

COLETAZOS DE "OSAMA, OBAMA Y LA FAMA"


Nota del Editor: Con motivo del blog anterior "Osama, Obama y la Fama" recibimos el siguiente comentario de María Gloria Ríos Larrain que reproducimos in extenso.

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"Entretenido artículo. Un alcance respecto a la fama.

Los ingredientes de la receta que hoy se emplea para alcanzar la fama son muy diferentes a la época de Virgilio. Entonces, era un concepto más "artesanal", mucho más austero y carente de "preservantes" (marketing). Por eso, pensadores, héroes, santos, guerreros, políticos y artistas de antaño deben su grandeza y veneración al mérito de su propio quehacer. Su fama trasciende la historia; permanecen, los citamos y recurrimos a ellos para avalar nuestras palabras.

Hoy, en cambio, la fama se construye en una gran fábrica. La manda a hacer cualquier engreído, cualquiera autoridad, gobierno o grupo que busca aprovechar una oportunidad para obtener dividendos. Y así fabricada, con el ingrediente de la frivolidad, se da fama a ciertos personajes que son tan efímeros como la acción que la generó y nos olvidamos rápidamente del "famoso" y de su obra apenas aparece otro que, merecidamente o no, lo opaca o lo mata. Con Obama y Osama, ambos productos del mercado, pasará lo mismo.

La fama de Barak Obama es producto del racismo: el mejor marketing para él, aunque indirecto, ha sido su color. Lo haga bien o mal, Obama pasará al Museo de Cera como el primer presidente negro de los Estados Unidos de América, aunque su obra logre superar mil veces su origen keniata. En otros tiempos, Osama Bin Laden habría sido un bárbaro invasor o un simple cuatrero, pero ha subido al altar de la fama gracias a las imágenes -mil veces vistas- del perfecto acto vandálico que ideó, programó y ayudó a ejecutar. No hubo nada más profundo en este acto que la inspiración de su odio. A eso debe su fama, además de la espectacularidad del atentado, por supuesto. Desde entonces, cuando las nuevas generaciones viajan a Nueva York les muestran el hoyo que hizo un árabe loco.

Será que pienso así porque conozco íntimamamente los mecanismos y mañas para levantar un producto, como también la fragilidad con que desaparecen cuando dejan de ser negocio. De momento se escribirán libros, se hará cine, se reactivará el negocio de las armas, de la prensa, de las religiones, de la seguridad, etc. Pero la lección que debiéramos sacar de este episodio -la TOLERANCIA- se habrá olvidado una vez más, tal como ha ocurrido tantas veces a lo largo de la historia. Y el episodio, con otro nombre y distintos actores, se repetirá una y mil veces. Es el viejo cuento del bueno y del malo, aunque mucho más efímero de aquel otro que conocimos en nuestra infancia: La Caperucita y el Lobo Feroz .

Pido disculpas por esta larga reflexión. Espero no ganar fama de latera. Si así ocurriere, ojalá sea pasajera y se desvanezca minutos después de su lectura".

                  María Gloria Ríos Larrain