viernes, 28 de enero de 2011

CUENTOS DE HELICÓPTEROS

Por Alfonso Ríos Larrain

Mi abuelo materno falleció pocos meses antes de cumplir 100 años. Cuando él nació (1887) sólo existía el telégrafo como invento contemporáneo digno de mención. No había luz eléctrica, ni teléfono, ni radio. Tampoco penicilina. Para qué hablar de automóviles, aviones, televisión, naves espaciales o computadores, elementos que sólo referían algunos libros de ciencia ficción. Como testigo directo del notable progreso científico-tecnológico que marcó el siglo XX, mi abuelo era partidario de poner término a la Época Contemporánea y dar inicio a un nuevo ciclo histórico: la Era de la Ciencia, Información y Comunicaciones. En cierta oportunidad, le pregunté cuál era el invento que más le había llamado la atención. No dudó un segundo: “el helicóptero, porque jamás imaginé que la creatividad humana fuese capaz de rebrotar el aeróstato de Robur el Conquistador". Yo algo sabía de Julio Verne y de sus obras, en particular dos novelas llevadas al cine: "Veinte mil leguas de viaje submarino", que vi con algunos hermanos y primos a mediados de los ´50 en el antiguo teatro Metro, invitados por mi abuelo. Fue mi primera película y el Capitán Nemo, mi primer héroe. Un par de años después, "La vuelta al mundo en 80 días", entusiasmado por la actuación de Cantinflas como Passpartout, el ayudante del flemático Phileas Fogg (David Niven). Pero desconocía a Robur el Conquistador.

         Hago un paréntesis, sin ánimo de justificarme. Mi generación, como las que siguieron, poco sabía de literatura. Los programas educacionales, como los de ahora, gastaban tiempo y recursos en enseñarnos a fabricar lustrines, empastar libros, memorizar el aparato reproductivo de los cocodrilos, la digestión de los murciélagos y la mortalidad del cangrejo, pero desestimaban el aprendizaje de cosas útiles. Éramos expertos en distinguir un insecto díptero de un coleóptero, pero carecíamos de conceptos básicos de mecánica para solucionar una sencilla panne de auto, de electricidad para reparar un enchufe, o de medicina para administrar primeros auxilios y salvar una vida. Era evidente, como lo es en la actualidad, el desinterés por las ciencias sociales (filosofía, psicología, sociología, historia, lingüística, política, oratoria, literatura) cuya evolución explica el progreso y deterioro del ser humano, pueblos y civilizaciones.

Entonces, no es raro que descubriera a Robur el Conquistador algo más viejo. Pero no había perdido gran cosa. Se trata de una novela menor de Julio Verne que tiene el mérito de predecir la superioridad del helicóptero -el Albatross, una máquina más pesada que el aire- sobre el globo aerostático que usó Phileas Fogg para su vuelta al mundo. Nada más.

Algo similar me ocurre con el otro helicóptero que generó "re-vuelo" esta semana. El episodio no tiene mayor interés, salvo las implicancias de seguridad originadas en la imprevisión de los tripulantes que forzó un aterrizaje para recargar combustible. El resto, una anécdota menor que ratifica la personalidad y estilo del Presidente. Lo curioso es que la nave no fuere piloteada por Sebastián Piñera, pudiendo y debiendo hacerlo él (necesitaba sumar horas de vuelo). Esta versión no me la trago, ni siquiera como ficción tipo Julio Verne ¿Y usted? ¿Se imagina a Sebastián entregando el mando de algo a alguien sin estar ineludiblemente obligado a ceder protagonismo? Yo no. Aunque Andrés Navarro requetejure que oficiaba de piloto    ARL