martes, 5 de julio de 2011

COLETAZOS "LA OTRA PROTESTA"


Nota del Editor:
A continuación, el comentario de Fernando Larrañaga referido al blog anterior "La Otra Protesta"
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        He leído los email y artículos de este blog relacionados con las protestas -también llamadas manifestaciones- y como me preocupa que el número de participantes sea superior al Festival de la Canción de Viña del Mar, decido entrar en el debate.
        
        A primera vista, da la impresión que los "artistas" que actúan en las llamadas manifestaciones son más populares que los del festival viñamarino. Es curioso, sí, que estas expresiones de jolgorio popular no sean comercializadas y transmitidas por televisón a otros países. Serían millones de personas que las disfrutarían en sus hogareñas pantallas. Pero no me parece tan mal que así sea. Esto indica que las redes sociales aún no logran superar el rating de nuestro mayor ícono popular: el Festival de Viña.
        
       No resto importancia al significado de las manifestaciones. Su origen es digno de analizar y puede tener dos posibles explicaciones. La primera, de carácter sociológica: falta pan y circo. La otra, responde a la idiosincrasia de nuestro pueblo y a circunstancias políticas tan antiguas como no resueltas. Veamos.

       Nuestro país es de índole más bien fome. Aparte de la Teletón y el Festival de Viña, no hay espacios de entretención gratuita para ver a los artistas. Fiestas Patrias, otro evento popular de importancia, exige gastar plata en fondas, empanadas, choripanes, asados, mote con huesillo, vino y estacionamiento. Como el circo no es gratis, las protestas callejeras (perdón, manifestaciones) se han transformado en nueva alternativa. Pero, además, hay problemas muy molestos para la gran mayoría de los chilenos que ningún gobierno ha enfrentado con la seriedad que merecen.  En efecto, nosotros, la gente, el pueblo, la masa o como quieran llamarnos, no nos seducen explicaciones como que el PIB creció 7%, que la tasa de desempleo bajó 30% en el último año, que los chinos están encantados con nuestro cobre (por ahora, mientras ellos no lo produzcan o inventen un sustituto... ¿Se acuerdan del salitre?), o por algunas cifras macroeconómicas insensibles para nuestros bolsillos. Lo que nos molesta es comprobar que poco y nada se hace para resolver problemas simples de nuestra vida diaria: ni la derecha, ni la izquierda, ni el centro, ni el perímetro. Las contrariedades son muchas e intentaré reseñarlas en la experiencia cotidiana que me relató un chileno común y corriente, un ciudadano término medio de nuestro país: don Juan Céspedes.

          Santiago de Chile, 06:30 AM, 2° de temperatura. Don Juan Céspedes, empleado de clase media, está en un paradero de buses. Cubre su cuerpo con una parka y tres sweters para no morir de frío. Acumula rabia mientras espera que llegue el Transantiago. Ayer entraron 4 cabros chicos armados hasta los dientes a la casa de su hermano en La Florida. Golpearon a su familia, los amordazaron y les robaron todo. Los carabineros nunca aparecieron. Ya en la comisaría, el teniente les informó que, por orden del Fiscal, los asaltantes quedaron libres por falta de méritos."Claro -deduce don Juan, no tenía ningún mérito lo que hicieron...", y sigue recordando mientras espera el Transantiago.

          "Mi compadre Lucho quedó sin pega en el packing de fruta donde trabajaba; el patrón cerró por culpa del dólar y de la Inspección del Trabajo. Ya cesante, juntó su indemnización y los ahorros de toda su vida para abrir un pequeño bar y lleva más de 8 meses tratando de que la Municipalidad apruebe las patentes que le permitan instalar su negocio; que el Sesma le apruebe el ventilador y el baño del local; que las Corema, las Corama y los conch... den el visto bueno del 'impacto ambiental'. Y, así, suma y siguen los trámites burocráticos de mi pobre compadre que sólo quiere trabajar para sobrevivir". Se acuerda, entonces, del ministro Fontaine que anunció un programa para las PYMES, pero ¿cúal era?, ¿cómo funciona?, ¿le servirá a su compadre Lucho?, ¿dónde debe que ir? ¡Sepa Dios!
         
          Transcurre media hora y el Transantiago aún no llega. Los pensamientos de don Juan están ahora con su mujer. Ayer estuvo tres horas en el consultorio con su hija de 2 años para que le revisaran una fiebre alta. Después de haber pagado religiosamente su plan de Isapre, con un incremento anual de UF más 10%, volvieron a su casa sin ser atendidas porque el personal del consultorio estaba en la calle "funando" al Ministro de Salud por más reajuste de sus remuneraciones. Recuerda  la supertienda que ofrecía "puntos", donde compró lo que necesitaba pagando tres veces el valor de las mercaderías debido a los intereses y gastos de mantención de la tarjeta que inventaron para robarle. Y la empresa telefónica que le carga en la cuenta un servicio que nunca contrató y que a pesar de sus reclamos de todos los meses y desde hace un año, le siguen cobrando; y para no quedarse sin teléfono debe pagar esa "renegociación" que le hicieron sin su firma; o pedir (¡y rogar!) que por favor le retiren el teléfono porque el próximo mes lo pasan al DICOM. Cuando le cortan la luz por reparaciones, la cuenta le sale más cara que nunca. "¿A quién reclamo?, ¿contrato un abogado?", medita don Juan. Son las 7:15 de la mañana. Aparece el Transantiago y sube al bus. 
        
        18:30 hrs. Don Juan Céspedes ha terminado su jornada laboral y aguarda el bus que lo llevará a su casa. Hay 58 personas en el paradero esperando el Transantiago. El bus se detiene, viene repleto de pasajeros y todos pelean por subir... Don Juan se quedó abajo. Tiempo para seguir acumulando rabia: "¡Que tonto soy!", se lamenta. "En vez de  viajar en el  Transantiago debería usar mi autito y contaminar igual como hacen los demás". Pero el miedo lo detiene. Hace un mes fue con su familia de paseo y los carabineros le sacaron un parte por tener la revisión técnica vencida. Les explicó que el rechazo fue por no tener los triángulos, pero igual le cursaron la multa. Indignado, dijo a los carabineros: "¡Linda forma de hacer su pega! Los chilenos les pagamos para que detengan delincuentes y ustedes molestan a ciudadanos honestos". El paco se picó y puso una nota en el parte. El Juez de Policía Local lo suspendió tres meses sin licencia por desacato a la autoridad. Su vecino tiene un taxi que circula sin TAG por autopistas y siempre le dan patente... "¿Cómo lo hace? ¡Qué rabia! Algo hacemos mal los que nos portamos bien", reflexiona, mientras transcurren otros largos 20 minutos sin que aparezca el próximo bus. En este rato, ha visto 12 buses casi vacíos circulando en sentido contrario. Él no es ingeniero de transportes, pero el sentido común le indica que tampoco deben serlo quienes programan los recorridos, secuencias y horarios del intocable Transantiago.

        Don Juan llega a su casa. Sus dos hijos estudiantes le cuentan que tendrán clases durante enero para recuperar el mes y medio perdido en "tomas", huelgas y movilizaciones. Les pregunta por qué creen que en el verano van a tener clases si no las tienen ahora. "Pero papá, tu sabes que en el verano los dirigentes estudiantiles, los profesores y los políticos están de vacaciones y, por lo tanto, suspenden las huelgas".

        La historia que les cuento es verídica. Don Juan Céspedes, protagonista de este relato, me contó que había votado por Piñera y que, a su juicio, el principal problema del Presidente no es la falta de un buen asesor en comunicaciones, sino convencerse a sí mismo que debe solucionar la decena de "detalles fundamentales" que agobian e indignan a don Juan, algunos de los cuales rememora, gélido, esperando el Transantiago. "Como están las cosas -me dijo, Piñera dejará las arcas fiscales repletas de dinero para que los populacheros inútiles de la Concertación vuelvan a gobernar otros 20 años, con la misma mediocridad, fiestecitas alegres y una que otra protesta organizada por los mismos parásitos que les dan mayoría. Circo, miles de votos; ellos felices, nosotros jodidos".

         Señores gobernantes: déjense de regalitos sectoriales y preocúpense del respeto que demanda la inmensa mayoría de ciudadanos honestos, como don Juan Céspedes.  Ayuden a quienes merecen una vida acorde con el éxito que ustedes publican y muy pocos ven. Si el país tiene buenos números es porque hay millones de chilenos haciendo las cosas bien y ganan con su trabajo el derecho a vivir mejor. El rol subsidiario del Estado debe concentrarse en quienes están verdaderamente impedidos. No pierdan el respeto de ciudadanos honestos, hayan o no votado por Piñera. Eliminen la ayuda y permisividad estatal a los que no están impedidos, fueren personas o instituciones.  Demuestren con fuerza que lo único importante es el ciudadano común y los más necesitados. Pongan fin a la burocracia asfixiante que mata la creatividad, empobrece el espíritu y anula al ser humano. Cambiemos entre todos este Chile lleno de seremis, senames, conamas, coremas, coredes, tsunamis, etc., por una sigla convocante: SERECA. "Seremos Realmente Capaces" de sobrevivir como simples ciudadanos, sin mendigar, laboriosos y respetados por nuestros semejantes y por quienes nos gobiernan.
        
         Solucionado lo anterior no habrá más fiestecitas como las que estamos viendo, ni serán necesarias manifestaciones de desagravio.  Sólo queremos dignidad y respeto de quienes elegimos para que nos gobiernen. Y si no hay mayorías parlamentarias, tampoco es importante: puede hacerse sin leyes especiales. Basta con tener la convicción y la voluntad de promulgar decretos que vayan en la dirección correcta. Nadie se opondrá. Y para la cuestión comunicacional, muy simple: hagan una película entretenida sobre la vida de don Juan Céspedes, rematando con una promesa fácil de cumplir: "Nosotros, este Gobierno, vamos a solucionar sus problemas, don Juan".

          Háganlo y rápido. No hay tiempo que perder.


                      Fernando Larrañaga L.


  

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