miércoles, 17 de noviembre de 2010

NOW FREE CHILE´S ENTREPRENEURS

By MARY O´GRADY
Nota del editor:
El siguiente artículo de Mary Anastasia O´Grady fue publicado en The Wall Street Journal el 18 de octubre de 2010. O´Grady escribe semanalmente sobre temas internacionales, políticos y económicos relacionados con América Latina y Canadá. Es editora senior y miembro del consejo editorial de ese diario, columnista del Diario de las Américas y co-editora de Index of Economic Freedom. Graduada en Assumption College y MBA en Administración Financiera de Pace University, fue analista y estratega en Advest, Thompson, McHinnon Securities y trabajó 10 años en Merrill Lynch. En 1997, la Asociación Interamericana de la Prensa (IAPA) le otorgó el premio “David Gleaner”.
Traducción de Alfonso Ríos Larrain
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LIBERAR AHORA A LOS EMPRENDEDORES CHILENOS
Por Mary O'Grady
Las cosas no pudieron resultar mejor en el desierto de Atacama. Sin embargo, el rescate de los mineros refleja una realidad frustrante: Chile es la economía más moderna de América Latina pero carece de un nivel de influencia regional equivalente a su estatus económico. La razón puede ser la tendencia de su clase polí­tica a disculparse por las polí­ticas que transformaron el modelo económico del país.
         Sin dudas, el presidente Sebastián Piñera es un héroe por los riesgos que asumió y su compromiso personal para rescatar a los mineros. No olvidemos que la empresa estatal de cobre -CODELCO- lideró la operación, lo que habrá significado una cuota de enredos burocráticos, pero es un nuevo tributo a las destrezas ejecutivas de Piñera.
Sin embargo, esta dulce victoria será fugaz a menos de que Piñera -líder de una coalición de centroderecha- utilice su creciente capital polí­tico, tanto en su paí­s como en el extranjero, para promover las ideas que hicieron posible el rescate. Las tareas fundamentales de su gobierno debieran ser la defensa de la democracia regional, la reafirmación de los valores chilenos y la promoción de los derechos económicos vigentes en su país. Ello marcará la diferencia entre un renovado dinamismo chileno o un retroceso como el de Argentina.
         El problema es que Chile sigue dependiendo de las liberalizaciones realizadas hace más de dos décadas. Desde entonces, los sucesivos gobiernos de izquierda erosionaron tales reformas. No es extraño, entonces, el decrecimiento de la productividad. En efecto, durante la gestión de la socialista Michelle Bachelet -predecesora de Piñera- la productividad cayó un 1.6% anual. Del mismo modo, los regímenes represivos del continente pisotean a sus propios ciudadanos, incluso a sus vecinos, sin objeciones de Santiago.
         Durante sus primeros ocho meses de gobierno, Piñera no ha hecho mucho por retomar las polí­ticas que provocaron el excepcionalismo chileno. Es como si le tuviera miedo a la izquierda. Así, esto no va a funcionar. Sin un esfuerzo audaz para reducir el tamaño del Estado y volver a dar rienda suelta al espíritu emprendedor, Piñera no podrá cumplir sus promesas electorales de crecer un 6% anual y crear 200 mil empleos nuevos cada año. Fue elegido para hacerlo y su presidencia será evaluada por esos estándares.
Una desilusión temprana para los partidarios de la libertad en la región fue la decisión de Piñera de respaldar al socialista chileno José Miguel Insulza para un segundo mandato al frente de la Organización de Estados Americanos (OEA). Durante su primer perí­odo, Insulza permitió que dicha institución fuera secuestrada por lí­deres como el venezolano Hugo Chávez y el boliviano Evo Morales, y nada hizo para combatir sus abusos de poder. No es claro si Insulza es débil o tiene una simpatí­a intelectual por la izquierda tiranizante. Pero el apoyo de Piñera le garantizó un segundo mandato y con ello aseguró que la OEA no perturbe a los peores tiranos de la región durante los próximos cinco años.
         Chile no es inmune a las violentas estrategias regionales. La presidenta argentina Cristina Kirchner se niega a extraditar a Galvarino Apablaza, acusado de participar en el asesinato del senador chileno Jaime Guzmán en 1991. Este es un claro ejemplo de lo que consigue Piñera al contemporizar con los matones del vecindario.
Las cosas no están mucho mejor en el frente doméstico. En respuesta a un devastador terremoto que sacudió al paí­s poco antes de que asumiera la presidencia, Piñera subió los impuestos. Lo justificó declarando que el gobierno necesitaba dinero para la reconstrucción. Pero cuando un shock a la oferta afecta el stock de capital, el gobierno debe adoptar medidas para reducir el sufrimiento del sector privado, no para aumentarlo.
        Pero si de agresiones a la inversión se trata, el aumento de impuestos no es nada comparado con el veto unilateral de Piñera a una planta termoeléctrica proyectada por la empresa de energía GDF Suez en el norte de Chile. La empresa europea trabajó cinco años para cumplir con todas las regulaciones medioambientales y el 24 de agosto obtuvo los permisos correspondientes. La izquierda y sus medioambientalistas organizaron protestas a lo largo del país. Entonces, Piñera se comunicó con la empresa y el 26 de agosto notificó la cancelación del proyecto.
         Lo anterior no sólo implica un incumplimiento de la ley; afecta además el crecimiento económico. Chile tiene grave déficit de energí­a y esta decisión crea incertidumbres de cómo enfrentará sus necesidades para el siglo XXI. Piñera dijo que ello no volverá a ocurrir, pero en una entrevista concedida a The Wall Street Journal en septiembre pasado también aseguró que los aumentos de impuestos serían temporales. Sin embargo, ahora aumenta el royalty que pagan las empresas mineras privadas al Estado, lo que significa un impuesto con otro nombre. Su gobierno desea mejorar el entorno de negocios, pero la confianza se desvanece.
         El espectacular rescate de los 33 mineros demuestra que Chile se aleja del socialismo tercermundista. Pero si Piñera no tiene cuidado, Chile puede volver ahí.

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