domingo, 10 de julio de 2011

HIDROAYSÉN (I)


      Por Alfonso Ríos Larrain


          Así como algunos siguen los horóscopos para predecir el futuro, pocos dudan que el planeta se está deteriorando. Pero, ¿hay alguna ley física que sostenga tal hipótesis?

          Desde las escuelas primarias hasta los titulares de cualquier medio de comunicación, la letanía medioambientalista repite la misma idea: "el planeta se deteriora, nos quedamos sin recursos, el aire y el agua son cada vez más escasos y sucios, las especies animales se extinguen, los arrecifes de coral mueren, el clima se calienta, etc., etc". Muchos creen que lo anterior es cierto, pero la verdad es que las fuentes de energía no escasean. Al contrario, la ciencia y la tecnología han mejorado los sistemas de producción que garantizan el suministro de alimentos a miles de millones de personas;  la esperanza de vida al nacer ha pasado de 35 a 75 años en menos de un siglo; y, según la ONU, en los últimos 50 años hemos reducido los niveles de pobreza más que en los seis siglos anteriores.

          La mentira oficial -la que impone la creencia de que instituciones tipo Greenpeace representan a la ciencia ecológica- ha hecho que la gente identifique una actividad científica (la ecología) con una militancia ideológica (el medioambientalismo), y se confundan los aspectos ecológicos legítimos de las ciencias biológicas y físicas (condiciones ambientales del planeta y los efectos de la actividad humana sobre él) con predicciones apocalípticas carentes de rigor científico. Esto explica que muchos profesores de biología intenten convencer a sus alumnos de que la ecología nada tiene que ver con voluntarios de Greenpeace impidiendo el atraque de un barco lleno de maíz transgénico en el puerto de un país africano asolado por el hambre. Quizás por esto mismo hay tan pocos ecólogos-científicos afiliados a grupos medioambientalistas. Pero, además, al añadir elevadas dosis de pasión ideológica coincidente con lo "políticamente correcto", el medioambientalismo ha devenido en uno de los slogan pseudocientíficos más penetrantes de la historia.

          En la propaganda medioambientalista, en todas sus demandas de armonía con la naturaleza, no hay ninguna referencia a  las necesidades del ser humano ni a sus requerimientos de supervivencia. El hombre es tratado como un ser vivo similar a las plantas o animales. Pero los seres humanos no pueden sobrevivir en el estado natural que los medioambientalistas desean: tienen que descubrir y producir, lo que implica alterar su entorno y adaptarlo a sus necesidades. Su bienestar es resultado de ese descubrimiento y de esa producción. La tribu más primitiva necesita de la mayor fuente de contaminación para sobrevivir: el fuego. No es meramente simbólico que el fuego fuese propiedad de los dioses, el objeto más valioso que Prometeo entregó a los hombres, pero los medioambientalistas quieren apagarlo.

          El fin de la hegemonía soviética y de los "socialismos reales" dio paso al medioambientalismo, transformándolo en  la nueva cruzada mundial de la izquierda. Y así como el desarrollo y la paz no eran los verdaderos propósitos de sus fracasadas utopías, tampoco lo son ahora la naturaleza, los recursos sustentables ni el aire limpio. Sus consignas procuran restringir la propiedad privada y ahogar cualquier asomo de emprendimiento y de mayor libertad económica.  Antes dijeron: "el capitalismo conduce a la explotación, al hambre y a la guerra"; hoy proclaman: "el capitalismo (o el neoliberalismo) contamina, destruye la naturaleza, calienta el clima y deteriora el paisaje".

          La contaminación, el deterioro del paisaje, los ríos sucios, son pésimas noticias que deben enfrentarse con soluciones científicas, no ideológicas. El uso irreflexivo de los recursos naturales es un riesgo para la vida humana, pero no aprovecharlos con racionalidad es, simplemente, un suicidio.

          Bajo estas premisas, ¿qué pasa con HidroAysén?  Indaguémoslo en el próximo blog.  ARL

No hay comentarios:

Publicar un comentario